lunes, 28 de diciembre de 2015

Año Nuevo – La vida continúa.


Solemnidad de Santa María, Madre de Dios C



Evangelio según san Lucas, 2, 16 - 21.
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.




Era el día 1 de Enero Como todas las madrugadas el ermitaño rezó el oficio de Lecturas. Al terminar quedó en silencio (¿con quién iba a hablar?). Era ya día de Año nuevo.

Durante el invierno el fuego ardía siempre, con mayor o menor intensidad, en el centro de la cueva, como si se tratara del palacio de un patricio romano o del templo de la diosa Vesta en el foro romano. Calentaba el ambiente de una manera regular; allí cocía el Maestro sus verduras, hervía la leche (cuando la tenía), preparaba sus infusiones, algunas de receta propia. Allí cocía sobre una plancha de hierro una especie de pan al que él llamaba pomposamente tortas o gachas, y que no eran más una pasta de harina, agua y un poco de sal, que extendía sobre dicha plancha de hierro caliente. A alguno le haría pensar en el pan ácimo que come el pueblo judío en la pascua. En el verano, cuando ya no necesitaba calefacción, la lumbre la encendía solo para cocinar y lo hacía en un rincón, al fondo de la cueva.

La fiesta de primer de año es muy polivalente,  y reúne muchas celebraciones diferentes,

* Año Nuevo, es decir el inicio del año civil, con un fuerte impacto sobre todo en el campo administrativo, por aquello de los balances, presupuestos, impuestos, etc.

* Para el Calendario Litúrgico: Santa María Madre de Dios. Primer dogma mariano promulgado por el Concilio de Éfeso en Junio del año 431.

* Para la historia y para la devoción popular el día de la circuncisión, en que pusieron al niño el nombre de Jesús o Emmanuel: “Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes  de su concepción” (Lc. 2, 21).

* Jornada Mundial de la Paz. El Papa Pablo VI estableció esta Jornada en el mensaje del día 8 de Diciembre de 1967, siendo la primera Jornada el 1 de Enero de 1968. En la memoria del ermitaño resuenan fuertemente las palabras del Papa en aquel mensaje, leídas y releídas tantas veces en los albores de su juventud cuando creía en la utopía de un mundo mejor: “La proposición de dedicar a la Paz el primer día del año nuevo no intenta calificarse como exclusivamente nuestra, religiosa, es decir católica; querría encontrar la adhesión de todos los amigos de la Paz, como si fuese iniciativa suya propia, y expresarse en formas diversas, correspondientes al carácter particular de cuantos advierten cuán hermosa e importante es la armonía de todas las voces en el mundo para la exaltación de este primer bien, que es la Paz, en el múltiple concierto de la humanidad moderna.

La Iglesia Católica, con intención de servicio y de ejemplo, quiere simplemente «lanzar la idea», con la esperanza que alcance no sólo el más amplio asentimiento del mundo civil, sino que tal idea encuentre en todas partes múltiples promotores, hábiles y capaces de expresar en la «Jornada de la Paz», a celebrarse al principio de cada nuevo año, aquel sincero y fuerte carácter de humanidad consciente y redimida de sus tristes y funestos conflictos bélicos, que sepa dar a la historia del mundo un desarrollo ordenado y civil más feliz”. ¡Qué lejos queda todo esto, no solo en el tiempo sino en los objetivos! Hoy solo la Iglesia Católica sigue de alguna manera recordando esta jornada.

El Maestro seguía pensando. Hoy no tenía que configurar un discurso lógico y armado para comunicarlo al discípulo, por eso su pensamiento corría un poco más libre y hasta anárquico.

Santa María Madre de Dios, por supuesto que sí, pero el ermitaño se sentía perezoso  al leer y estudiar los concilios ecuménicos de la Iglesia y los dogmas de ellos emanados. ¡Qué términos difíciles de entender y más difícil todavía de explicar, hipóstasis, μοούσιον = consubstancial, etc. El Maestro dejó que su pensamiento volara a la Éfeso actual. Allí, perdidas en medio de un campo quedan las ruinas de la antigua basílica de Santa María, donde tuvo lugar el concilio y donde se proclamó a María como la Θεοτόκος

 = Madre de Dios.  ¡Solo unas ruinas para recordar un pasado glorioso y trascendental para la historia de la teología cristiana en general y católica en particular! A muy pocos metros el lugar donde Pablo trabajaba y enseñaba a los fieles de esta Iglesia; al lado el puerto (hoy un campo cultivado, ya que el mar se ha retirado más de 20 kilómetros, donde el Apóstol se embarcó a toda prisa para Macedonia después del tumulto o rebelión organizada por   Demetrio y los demás plateros de la ciudad. ¡Y todo esto, sin una señal, un recuerda que haga memoria de todo lo acontecido!

Santa María, Madre de Dios. Si la humanidad y la divinidad configuran una sola persona, Jesús, de una manera que no se puede ni dividir, ni separar, es evidente que la que engendró esa persona al ser reconocida como la Madre de Jesús, tiene todo derecho a ser proclamada también Madre de Dios. Esto no significa que la Virgen sea el principio o la creadora de Dios, sino la que le dio vida a “Jesús”.  Mi madre, pensaba el Maestro, me engendró, me parió y me crió, con todos mis defectos y mis virtudes y fue “mi madre”, la madre de todo mi ser, aunque no el principio de mi ser, no me creó, sino que me transmitió la vida. Los padres no crean, transmiten una vida, cuyos orígenes se situa en el principio de los tiempos.

El Maestro se cansó con estos pensamientos y se dijo: “Año Nuevo, Vida Nueva”. No es cierto. Quizás sea un momento oportuno para aportar algunas correcciones a tu rumbo, ¿pero todo nuevo?, ni hablar. La vida es como un largo, a veces muy largo sendero, con curvas, altibajos, lugares escabrosos y algún que otro remanso, y todo esto que tienes en tu “haber” te proyecta al futuro, pero empezar desde cero ¡imposible!

Iba el Maestro a meditar un poco sobre la paz. Esa paz que llena la boca de los gobernantes y de los políticos; esa paz que se trata en grandes reuniones siempre aparejadas a buenos viajes y mejores comidas y cenas, esa paz que no aparece por ninguna parte, y cuando aparece es tan imaginaria o frágil que se quiebra en seguida. En estos pensamientos estaba el ermitaño cuando se dio cuenta de que un rayo de sol se colaba por la rendija de la puerta. Decidió que seguiría meditando sobre esto más tarde. Ahora tocaba salir a desentumecerse un poco, a saludar a sus animales, al sol, al viento y a las montañas que lo rodeaban.




sábado, 26 de diciembre de 2015

Sagrada y FAMILIA


Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José C



Evangelio según san Lucas, 2, 41 - 52.
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
— Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Él les contesto:
— ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que queda decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.



Aquella mañana el discípulo llegó corriendo, como siempre. El Maestro le esperaba, como él mismo definía de manera no muy afortunada “a porta gayola”, es decir, de pié, brazos cruzados, al final del atrio o espacio abierto que tenía delante de su cueva, junto al camino que venía del valle.

- Buenos días, Maestro, y Felicidades por las Navidades apenas pasadas y el Año Nuevo muy próximo.

- Buenos días, amigo mío. Se estrecharon las manos, y el Maestro acercó su cara a la del discípulo y se intercambiaron un ósculo de paz. Los dos caminaron lentamente hacia la cueva del ermitaño, contando cada cual su experiencia de Nochebuena. Entraron y se sentaron junto al fuego, pues hacía demasiado frío para quedar fuera. Durante algún tiempo siguieron hablando todavía de Nochebuena, de Navidad y de otros asuntos parecidos, hasta que de repente el discípulo, de una manera que al ermitaño pareció un tanto brusca, dijo:

- Maestro, ¿qué me dices del evangelio de hoy?

- El evangelio que nos presenta la liturgia de hoy es el que meditamos en el quinto misterio gozoso del rosario: “El Niño Jesús perdido y hallado en el templo”.  Este fragmento da mucho de sí. Podemos imaginarnos la angustia de estos padres buscando a su hijo desaparecido, caminando, muy probablemente solos, por los caminos del desierto hacía Jerusalén, y preguntando a los que encontraban por el camino, (los comerciantes y los rezagados  que se podían permitir algún día más en la ciudad al terminar las fiestas) si habían visto a su hijo. Las respuestas negativas ponían a prueba el temple de María y José,  un esfuerzo sobrehumano para no culparse mutuamente de lo sucedido y sintiendo un peso que oprimía cada vez más el corazón. Tiene en cuenta, que entonces el rapto de niños para la esclavitud  era bastante corriente, y ellos sufrían como padres y al mismo tiempo como   guardianes del Hijo del Misterio.

Hay muchos puntos dignos de ser meditados en estos párrafos, pero voy a proponer solo dos:

1 –… y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Me llama poderosamente la atención que fuera precisamente la madre quién interviniera, y no el padre que en aquella sociedad mantenía el poder de la corrección. No sé la respuesta, pero intuyo que María, al ser también la madre biológica, se sentía doblemente responsable de la vida y educación de aquel Niño, y por eso tomó la iniciativa de interrogarle y, de manera subliminal, reprenderlo.

2 – “Su madre conservaba todo esto en su corazón”.  Una frase parecida encontramos en la narración del encuentro con los pastores – evangelio de la segunda misa de Navidad o Misa de la Aurora – “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc. 2, 19).  A partir de aquel momento en el templo solo hay oscuridad. El hijo del misterio es un joven y un adulto como los demás; estudia en la sinagoga y ayuda a su padre en el trabajo; una vida demasiado anodina. ¿Cómo y para cuándo el cumplimiento de las promesas: “Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lc. 1, 32 – 33)? Más tarde algo se mueve, ese hombre empieza a predicar, incluso hace milagros, pero María se entera de que lo tachan de loco y lo va a buscar ( ver p.ej. Mc. 3, 30 – 35); se entera de que algunos lo quieren declarar rey de Israel y lo entran triunfante en la ciudad eterna, pero a los pocos días lo encuentra en otra comitiva, mucho menos triunfal, llevando una cruz a cuestas;  después lo acompaña en el calvario, cuando Jesús, absolutamente derrotado ante los hombres muere ajusticiado. Todos los suyos se marcharon tristes y derrotados, menos María. Ella seguía creyendo y esperando – probablemente no sabía qué - pero seguía creyendo y esperando, porque meditaba y se fiaba absolutamente de la Palabra del Señor que conservaba en su corazón.

El Maestro había dado por terminada su reflexión y se hizo silencio. El discípulo había gozado con las palabras del ermitaño, pero le faltaba algo; pensaba que el Maestro estaba muy distante de la realidad humana y eclesial del momento y se atrevió a pedirle:

- Maestro, hoy es el día de la Sagrada Familia, ¿no vas hablarme de ella?

- Tienes razón, amigo mío, cuando pienso y/o hablo de la Virgen me distraigo y olvido lo demás. Hablaré algo de la Sagrada Familia. La Iglesia propone a la familia de Nazaret como modelo para las familias modernas. Creo sinceramente que en lo singular no está acertado, porque podemos suponer el día a día de esa familia pero no la conocemos. Es más, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que estaban muy lejos de la experiencia actual: vivienda, trabajo, educación de los hijos, la crisis y la rebeldía de los adolescentes y de los jóvenes, las influencias extrafamiliares, etc. Pero, sí, la Sagrada Familia es modelo en lo general o, si prefieres, en lo espiritual: María y José individualmente y como pareja (palabro este que hubiera herido los delicados oídos de este matrimonio) confiaban plenamente en Dios y se ponían en sus manos. Para ser breve te pondré tres citas:

1ª - María, después del saludo del ángel y de haber recibido de éste  algunas aclaraciones  a sus dudas, contestó: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1, 38).

2ª - José se encuentra que María, su prometida, está embarazada. Él era bueno y la quería por lo que decide no denunciarla, porque  la ley sería muy dura con ella; cargaría  él con la culpa y se marcharía lejos, pero, en sueños, un ángel le descubre el misterio y la mano de Dios en toda esta historia. “Cuando José se despertó, hizo lo que había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer” (Mt. 1, 24).

3ª - Cuando, de nuevo en sueños, ángel del Señor anuncia a José la intención de Herodes de liquidar al posible futuro rey de Israel, José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes …” (Mt. 2, 14 – 15).

Así que, amigo mío, si las familias de hoy vuelven su cara a Dios, escuchan atentamente su Palabra, la meditan, creen y confían en ella, seguramente serán mucho más felices, la sociedad cambiará de rumbo y las actuales crisis se desvanecerán. Será el inicio de un mundo mejor, más justo y más humano.






miércoles, 23 de diciembre de 2015

NOCHEBUENA


Natividad de Nuestro Señor Jesucristo C




Evangelio según san Lucas, 2, 1 – 14.
En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
— «No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
— «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.»

Era ya de madrugada.

El ermitaño apenas había descansado un par de horas. Tocaba hacer vigilia esperando la llegada del Señor. El hombre de la montaña se sentía triste; era un pecado que cometía todos los años tanto la noche de Navidad, como en la vigilia de la Pascua de Resurrección: sentir tristeza.

En algún tiempo, en estas fechas se había replanteado su vocación eremítica. ¿Acaso se había equivocado de camino? ¿No debía sentir un profundo gozo por lo que en la fe se celebraba?

Sí, pero durante la noche tenía una sensación de nostalgia. ¿Nostalgia de qué? no lo sabía, pero nostalgia al fin y al cabo. Sabía que todo cambiaría al amanecer; cuando el sol se asomara en el horizonte saldría a respirar aire puro, a hacer unos cuantos ejercicios gimnásticos y a saludar a sus animales. El mundo y él mismo adquiriría bellos colores y  toda su vida se inundaría de alegría y gozo.

Además estaba seguro que su amigo, el pastor, conduciría el rebaño por aquellos parajes (los pastores no tienen fiestas porque los animales exigen comer todos los días) y de paso le regalaría algún queso especialmente confeccionada para este  regalo. Algún año se había acercado también algún paisano con su familia para regalarle dulces; el Maestro lo agradecía, pero en el fondo tenía miedo que este gesto se transformara en costumbre, y el dulce no entraba en su dieta cotidiana y en su soledad tampoco tenía con quien compartirlo.

No sin esfuerzo, haciendo inclusive un gesto rápido con la cabeza como cuando se pretende alejar una mosca molesta, el maestro trasladó sus pensamientos a la ciudad de Belén unos cuantos siglos antes porque allí y en las afueras de la ciudad nació un niño, un niño, aparentemente como tantos otros, pero solo “aparentemente” porque vino a revolucionar el cielo y la tierra, a molestar a poderosos y acomodados y hacer temblar hasta los cimientos del establishment del poder político y social de la época y a ser un acicate para los poderosos de todos los tiempos.

Y la revolución empezó en el minuto cero. Apenas nacido se movilizan los ángeles del cielo y recorren el espacio anunciando la feliz noticia,  se encuentran con un grupo de hombres (y mujeres) que esperaban tiempos mejores y le anuncian la “Buena Nueva” y nuevos horizontes, porque la noticia no consiste en que ha nacido un niño, sino que empieza una nueva época, porque aquella criatura es nada más y nada menos que “el Salvador, el Mesías, el Señor” anunciado por los profetas y por siglos esperado.

El ermitaño se formulaba algunas preguntas: ¿Dónde había nacido Jesús? ¿estaba tan desamparado?, “¿había sido rechazado en la posada?, “¿había un buey y una mula en la
gruta?, etc.; tenía su propia opinión sobre todo esto:

Ante todo creía que la situación ha sido exagerada por la piedad popular. Jesús no fue rechazado sino acogido y muy acogido. No lo recibieron en la posada porque obviamente, y dadas las circunstancias de tanta concurrencia, estaba a rebosar. Acogieron a aquella pareja un grupo de pastores que ya se encontraban en la zona para vender su ganado para los sacrificios rituales de la Pascua judía que debía estar muy cercana. Los pastores procedían de Galilea dónde había buenos pastos; no es temerario pensar que fueran paisanos, conocidos y hasta familiares de la familia de José y María (una antigua tradición dice que San Joaquín y Santa Ana eran pastores y que la Virgen María nació a las puertas de Jerusalén cuando allí se encontraban para vender sus reses). Sí comparamos con los palacios de los ricos de entonces o con la asepsia de los paritorios de hoy María dio a luz en una situación muy precaria, pero igual que la mayoría de las mujeres beduinas de su tiempo, que trashumaban con sus familias y sus ganados y daban a luz dónde les tocaba. No sería excesiva imaginación suponer que los hombres salieron a vigilar los rebaños mientras las mujeres atendían a la parturienta (salvando que el misterio de Dios hubiera previsto otra cosa), por lo que el ermitaño siempre supuso que Jesús fue muy bien acogido de manera natural por sus padres, por los pobres que le habían acogido en su gruta y de manera extraordinaria por los ángeles y los pastores informados por aquellos. Otra cosa es si hablamos de los ricos y poderosos pero eso fue continuo de Belén al Calvario, del nacimiento a la muerte.

Cuanto al buey y a la mula, nada hay escrito en los evangelios. Es conocido que los beduinos tenían algún camello o algún borrico para transportar sus escasas pertenencias y a los niños en los desplazamientos. También utilizaban algunos animales como calefacción natural para las cuevas en los momentos de mucho frío, así que no es del todo descabellado pensar que la Sagrada Familia compartiera la cueva con algún animal, aunque se inclinaba a creer que habían vaciado el espacio para el momento del parto. Y por último el ermitaño no encontraba ningún motivo que justificara la presencia de un buey, aunque le encanta contemplarlo en los belenes tradicionales.

Pero aquí se trataba no de dilucidar estas cosas, sino de agradecer a Dios la inmensa ternura manifestada con los hombres haciéndose uno como nosotros, no en un estado o situación inalcanzable, sino niño, pobre y humilde, a la vista y experiencia de todo hombre de buena voluntad.

Interrumpió el Maestro sus reflexiones y muy bajito, como solía hacer, se puso a cantar:


viernes, 18 de diciembre de 2015

Dichosos los que creen.


Cuarto Domingo de Adviento C

Evangelio según san Lucas, 1, 3;  9 - 45.

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
—«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

- ¡Maestro, ya casi es Navidad!

- Estamos, de hecho, en los últimos peldaños de este tiempo de preparación; hoy se enciende la última vela de la corona de adviento.

- Háblame del evangelio de hoy. Por el camino venía pensando y me imaginaba a la Virgen María montada en un borrico viajando de Nazaret a Judea para ayudar a su prima Isabel que, siendo ya mayor, estaba en estado de Juan Bautista.

- No se conoce el medio de transporte utilizado para su desplazamiento, lo cierto es que fue muy incómodo. Para llegar de Nazaret a Judea tuvo que cruzar unos 160 Kilómetros de  desierto, donde en verano hace mucho calor por el día y algo de frío por la noche. ¿En un borrico?, ¿en camello?, no se sabe, pero es justo suponer que en una de las tantas caravanas que comunicaban el Norte de Israel (y que la mayoría procedía de la actual Siria y Turquía) con la ciudad de Jerusalén. Eran caminos muy peligrosos, sobre todo para una mujer joven.  Pero aquí radica la grandeza de María y el mensaje que podemos percibir: olvidarse de si misma y acudir con presteza a auxiliar a su prima Isabel que, por la misión de su marido, sacerdote del templo de Jerusalén, vivía lejos del entorno familiar. La Virgen tenía muchos motivos para no ir: demasiado joven, un largo camino, un desierto por en medio, y un embarazo incipiente y primerizo, aunque este último, a lo mejor, lo sabía solamente ella.

Desde el principio queda bien patente que el “esclava del Señor = ancilla Domini = δούλη Κυρίου” va mucho más allá de un servicio a la persona, significaba la adhesión  total y la plena participación en su obra.

El Maestro calló, y se hizo un largo silencio.  El discípulo también guardaba silencio; había aprendido a gozar de estos momentos de silencio compartido que borraba cualquier vestigio de soledad, y se sentía espiritualmente arrullado por la cercanía del Maestro y el calor del Espíritu. Por fin y con ánimo de continuar la conversación preguntó:

- Maestro, ¿conoces aquellas tierras?

- Sí, amigo mío, he estado varias veces por allí cuando era más joven; precisamente estaba viendo, como en una película, el desierto de Judá y el pueblecito de Ain Karem, dónde, según la tradición, vivían Isabel y Zacarías cuando estaba libre de servicio en el Templo, dónde nació Juan Bautista y dónde, siempre según la tradición, se encontraron las dos mujeres después que, cada una a su manera, fueran visitadas por la misericordia de Dios.

Pero no nos quedemos solo en este mensaje, que indudablemente es bellísimo, pero es que en el evangelio de hoy cada palabra es un mensaje. Si me permites voy a señalar uno solo: el macarisma mariano

- ¿El qué, Maestro?

- Macarisma. Perdona el palabro que muy probablemente no encontrarás en el diccionario. Μακάριος significa “bienaventurado, dichoso, digno de alabanza”, e Isabel dice a Maria: “bienaventurada la que ha creído = κα μακαρα πιστεύσασα”.  Los creyentes miran con veneración a la Virgen María porque es la Madre de Dios, y de hecho así la proclama la Iglesia en el concilio de Éfeso, año 431, la  impetran bajo mil advocaciones y la llenan de piropos como las letanías y todo esto es bello porque brota del más profundo sentimiento popular, pero la maternidad de María es un don gratuito de Dios, irrepetible en la historia, y ella misma lo vive así: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí” (Lc. 1, 48 – 49),  pero la gran aportación de María a la Historia de la Salvación y sublime ejemplo para todo discípulo se significa en  que es la Virgen Creyente - profundamente creyente diría yo – “bienaventurada la que ha creído” proclamó Isabel,  hasta el punto de ponerse  enteramente en la manos de Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc. 1, 38); pero hay que subrayar que esta fe que, como todo don de Dios es gratuita, se alimenta de una serena escucha y larga meditación de la Palabra de Dios. De hecho Jesús cuando una fan exaltada grita: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron” (Lc. 11, 27) – piropo bastante corriente en la época – Él, sin mermar en lo más mínimo los méritos de su Madre, sino dándole su justa dimensión contesta: “Mejor, bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc. 11, 28).

- Podíamos resumir, intervino el discípulo,  diciendo que María es bienaventurada porque escuchó atentamente la Palabra de Dios, la creyó, y la cumplió.

 - Por eso estas Navidades, ya próximas, prosiguió el Maestro, cuando embelesados contemplemos la figura del Niño Jesús y agradezcamos al Padre tanta exuberancia de ternura, echemos una mirada a la Madre y digamos: “Gracias, Madre, por haber creído, porque por tu fe la Palabra se hizo carne y habita entre nosotros”.






miércoles, 9 de diciembre de 2015

¡Estad alegres!


Tercer Domingo de Adviento C



Evangelio según san Lucas, 3, 10 - 18.
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
— ¿Entonces, qué hacemos?
Él contestó:
— El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
— Maestro, ¿qué hacemos nosotros?
Él les contestó:
— No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron:
— ¿Qué hacemos nosotros?
Él les contestó:
— No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería pilca Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:
— Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

- Hoy es el domingo de la alegría, ¿verdad, Maestro?

- Sí, hoy es el domingo conocido con del “gaudete”, pues la liturgia nos invita a alegrarnos. El motivo de esa alegría es que el Señor está cerca. Por supuesto la cercanía que prevé Pablo en la carta a los Filipenses es diferente a la alegría que vivimos los creyentes de hoy día.

- ¿Cuál es esa diferencia?

- Pablo, como los cristianos de la primitiva Iglesia,  estaba convencido que la parusía, es decir la venida gloriosa y definitiva del Señor Resucitado era inminente, por lo que  animaba a sus iglesias a que estuvieran preparados para recibirle; que no se desanimaran y que toda su vida estuviera impregnada de esta esperanza: ¡Ánimo, alegraos, el Señor está cerca”.

Nosotros tenemos otra experiencia; han pasado veinte siglos, y probablemente pasarán otros muchos, sin que haya venido Cristo Glorioso para el Juicio Final.  Y es que hablamos con categorías distintas. Podríamos parafrasear las palabras de Isaías (Is. 55, 89) cuando dice: “mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos” y añadir: “vuestros tiempos no son mis tiempos”. San Pedro, consciente de la frustración que una larga espera estaba causando en el ánimo de los creyentes da una explicación acertada: “No olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión” (2Pe. 3, 8 – 9).

Como te decía nosotros tenemos otra experiencia y ya no esperamos una Parusía inminente – aunque tampoco la excluimos – por lo que interpretamos las palabras de Pablo que nos ofrece la liturgia de hoy:”Alegraos en el Señor, os lo repito, alegraos, Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca” (Fl., 4, 4 – 5) de una manera más atemporal o casi simbólica.  Resumiendo, podemos decir que la Navidad está ya a la vuelta de la esquina y si con nuestra vida y todas nuestras fuerzas hacemos presente el mensaje de Jesús de paz, amor, solidaridad, etc., tenemos motivos para una gran alegría personal y comunitaria.

- Maestro, ¿y qué me dices del Evangelio de hoy?

- Bueno, pues el evangelio que hoy proclamamos tiene dos partes.

Empezamos por la segunda en que Juan el Bautista define su misión y anuncia quién es el protagonista del nuevo tiempo, Jesús de Nazaret: “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Pero creo que de la figura de Juan ya he dicho algo el domingo pasado,  y no quisiera cansarte repitiendo siempre lo mismo.

La primera parte en la que el Precursor indica el camino de la conversión es de una lógica aplastante. No está exigiendo nada extraordinario, sencillamente una vida honrada: no robes, no extorsiones, no abuses del débil, y sé solidario con el más pobre.

- Tienes razón, Maestro, todo esto es muy obvio, pero tiene mucha actualidad.

- El comportamiento humano sigue siendo pecaminoso en muchas ocasiones. Lo fue en el pasado,  por desgracia lo es el presente y mucho me temo que lo será en el futuro.

Nosotros, desde nuestra pequeñez, esperemos con gozo la Navidad, renovemos nuestras vidas y hagamos que Jesús y su mensaje cale en nuestras vidas.

- Amén, contestó el discípulo.




miércoles, 2 de diciembre de 2015

HAY LUGAR PARA LA ESPERANZA


Segundo Domingo de Adviento C

Lectura del santo evangelio según san Lucas 3, 1 - 6.
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
elévense los valles,
desciendan los montes y colinas;
que lo torcido se enderece,
lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios.»
 

- Maestro, Maestro, ¿podemos decir que hoy empieza de verdad el adviento?
 
- No, el adviento, como tiempo de gracia y de preparación para nuestro encuentro personal y comunitario con el Señor que viene, empezó el domingo pasado. Lo que hoy empieza es la narración más o menos sistemática y continuada de los acontecimientos que constituyen el meollo de la historia de la salvación: nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesús, Pentecostés, etc. y las enseñanzas del Señor.
 
- Eso es lo que pretendía decir con poco acierto, como se ve. Es como si hoy empezáramos el primer capítulo del libro “Hechos y Enseñanzas de Jesús” y el domingo pasado hubiéramos leído el prólogo.
 
- Buen símil, sin duda. Pero hay un paso adelante cualitativo con respeto al domingo pasado. Es cierto que, como buen prólogo,  se vislumbraba un haz de esperanza: “cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación” (Lc. 22, 28), pero esto va en medio de un ropaje apocalíptico que puede llevar a os pusilánimes a la congoja. Hoy, por el contrario, ya se nos presenta un panorama doble: invitación a la responsabilidad y a la esperanza:
 
“una voz grita en el desierto;
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajados;
lo torcido será enderezado,
o escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios”

- Pero este texto es de Isaías, es decir del Antiguo Testamento …
 
- Sí, replicó el Maestro, pero al ser transcrito – no solo citado – por el evangelista  adquiere toda la fuerza del evangelio. Isaías, además, profetiza con tanta clarividencia la vida de Jesús que muchos se atreven a definir sus escritos como el Evangelio de Isaías. Pero creo que conviene volver atrás y analizar el texto que nos ofrece este domingo …
 
- Sí, Maestro.
 
- Yo dividiría el evangelio de hoy en tres partes: la historia, el precursor y la misión.
 
Historia: Es verdad que todos los evangelios tienen referencias históricas al citar personajes y acontecimientos contrastables científicamente, pero Lucas en este texto da todas las coordinadas, sólo falta que apuntara el día y la hora, y esto tiene una importancia capital: Jesús no es un mito creado por la religiosidad natural, como los dioses del Olimpo, o una leyenda que se pierde en el tiempo y nadie conoce el lugar y el principio de su existencia.
 
Jesús es histórico, podríamos decir que disponía de D.N.I, y muy probablemente fue inscrito como súbdito del imperio romano en el empadronamiento que había decretado el imperador  y que en aquellas tierras lo ejecutaba Cirino, gobernador de Siria y de toda la Judea, y que a su vez fue la causa de que Jesús naciera en Belén, y no en Nazaret donde   residían sus padres. Desde la fe proclamamos que al encarnarse en la historia en general – y en la historia de cada individuo – nada de lo que sucede le es extraño o queda fuera de su interés o de su competencia.
 
Juan el Precursor, el que va delante: semejanzas y diferencias. La figura del precursor era muy conocida por las gentes de entonces. Cuando un señor, imperador, rey o gobernador, giraba visita a sus territorios mandaba por delante a un embajador plenipotenciario para preparar la visita, organizando la logística, los festejos y cobrando los impuestos esquilando a la pobre gente.
 
Jesús, como el Señor de los nuevos tiempos, también tiene su precursor que va por delante a preparar los corazones de los hombres para recibirle; no va con grandes vestimentas para deslumbrar sino que “llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura”  (Mt. 3, 4) y no banqueteaba como los poderosos sino que “se alimentaba de saltamontes y miel silvestre” (idem), como los más pobres habitantes del desierto; y no iba a cobrar impuestos, sino a ofrecer, ofrecer la esperanza en un futuro inmediato y mejor.  Marcos lo explica de la siguiente manera:  Juan “proclamaba:  detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo” (Mc. 1, 7 – 8). La presencia de Juan, más allá de su predicación, está indicando el Señorío de Jesús cuya presencia él anuncia.
 
Misión. La misión o fin último de Juan es anunciar que “toda carne verá la salvación de Dios”. Todo hombre, por mero hecho de serlo, está llamado a participar de la plena visión de Dios; pero, si bien en su esencia es un don gratuito de Dios, en nuestras manos está la distribución, hacer que llegue a todos los hombres, por eso Juan, utilizando las palabras del profeta insiste: “Preparad el camino del Señor, allanad sus sendero”.
 
Creo, amigo mío, que ya desde los primeros pasos se detecta la misión misionera de la Iglesia y que viene rubricada por Jesús en el momento de su ascensión al cielo: “se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos… “ (Mt. 28, 18 – 19).

 

 

martes, 24 de noviembre de 2015

PRÓLOGO


Primer Domingo de Adviento  C

Evangelio según san Lucas, 21, 25 - 28. 34 - 36.
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes,
enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.

- Buenos días, Maestro, ¿cabría decir hoy: “Feliz Año Nuevo”?
 
- Buenos días, amigo mío. Has formulado correctamente la pregunta. Efectivamente cabría que los cristianos se felicitaran hoy por el inicio de un nuevo año o ciclo litúrgico, pero no está en la cultura ni en la tradición popular, ni siquiera, cuanto sepa yo, en los monasterios donde se conservan tradiciones antiquísimas  generalmente desconocidas por el resto de los vivientes; pero antes de entrar en el tema que nos ha convocado aquí esta mañana, una pregunta: ¿has pasado mucho frío?
 
- Un poco sí, sobre todo al principio, pues como ves está todo cubierto de nieve que, por cierto, este año ha llegado muy pronto., pero el camino se distinguía bien. Cómo ves vengo bien abrigado e, inclusive, tuve que quitarme alguna pieza de ropa, pues al venir  corriendo tenía algo de calor.
 
- Entra  dentro que tengo preparado un tazón de leche bien caliente y la lumbre encendida; si quedáramos fuera en un rato seríamos como unos carámbanos de hielo en lo alto de la montaña.
 
- Perdón, Maestro, más que carámbanos yo diría que pareceríamos dos muñecos de nieve, y me imagino a un montón de chiquillos, y sus padres, tirándonos pelotas de nieve sin que  podamos defendernos.
 
- ¡Anda, entra, que tienes mucha imaginación!
 
Entraron en la cueva y el Maestro llenó de leche humeante un tazón de leche de sus cabras, y echó un poco en otro tazón. Pasó el tazón lleno al discípulo y se quedó con el otro.  El joven lo cogió abrazándolo con sus manos con ánimo de calentarlas, pero en seguida lo depositó sobre la piedra que fungía de mesa porque quemaba. Se fijó en el tazón que tenía el ermitaño y dijo:
 
- Maestro, te has puesto muy poca leche; toma y dividámosla en partes iguales.
 
- Yo ya he tomado esta madrugada. Ahora tomo esta poca para acompañarte.
 
Mentía.
 
Terminado el frugal desayuno dejaron los tazones en el barreño con agua que estaba al fondo de la cueva y volvieron a sentarse alrededor de la mesa.
 
- Maestro – dijo el discípulo – hoy empezamos el tiempo de adviento, y con él un nuevo año litúrgico, pero el evangelio es el mismo del penúltimo domingo o último si no contamos la fiesta de Cristo Rey.
 
- Podríamos decir que “los extremos se tocan”, pero esta frase – título de un libro del escritor español Joaquín Trincado Mateo escrito en 1914 y publicado en 1929 – fue utilizada, y sigue siendo utilizada hoy en un contexto y un campo muy diferente y tiene una fuerte carga política.
 
En segundo lugar te diría que no es el mismo texto, pero sí, paralelo. Durante los domingos del ciclo B – que terminamos el domingo pasado se proclamó el evangelio de Marcos y el domingo trigésimo tercero del tiempo ordinario se proclamó el capítulo 13, los versículos del 24 al 32; hoy empezamos el ciclo C y durante todo este año nos acompañará el evangelista Lucas, por lo que no es el mismo texto pero si el mismo contenido narrado por dos evangelistas diferentes casi con las mismas palabras.
 
-¿Y por qué empezamos el año con este texto un tanto difícil y que nada tiene que ver con el adviento  ni con la Navidad?
 
-  La segunda lectura y el evangelio no tienen ninguna relación con el tiempo de adviento - la primera lectura, Jr. 33, 14 – 16,  tiene un atisbo navideño - sino pretende ser el marco que encuadre todo el año litúrgico. Es un poco difícil de comprender por el pueblo llano, pero para eso están los sesudos teólogos y liturgistas para explicarlo. Yo, que no soy  teólogo ni liturgista y mucho menos sesudo, intentaré explicarlo como pueda. Durante el año vamos a encontrar los grandes acontecimientos que fundamentan nuestra salvación: nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesús, Pentecostés, etc. y las enseñanzas del Señor, pero este primer domingo, es el prólogo; pretende que vayamos viviendo todo esto no como compartimentos estancos sino como etapas que nos conducen a un lugar o fin determinado: el encuentro total y definitivo con Jesús, el Señor, el día de la Parusía o Juicio Final..
 
Te voy a poner un ejemplo: por un momento imagínate el tour de Francia; todos los ciclistas parten y van sufriendo y disfrutando cada etapa, sacando lo máximo de cada una de ellas, pero en su mente está la etapa última en los Campos Elíseos, con toda la gloria y esplendor que la caracteriza y allí  cada cual ocupará el lugar que le corresponda. ¡Lástima  los que quedan por el camino!
 
Para terminar y como propósito para este domingo, primero del año litúrgico, propongo vivir esta oportunidad, gracia que se nos da una vez más, viviendo intensamente los acontecimientos que la Iglesia nos irá presentando, degustando y saboreando  la Palabra de Dios de cada domingo, pedaleando con ahínco con la esperanza de entrar un día victoriosos en nuestro especial “Campos Elíseos”.
 
-  ¡y dices que yo tengo mucha imaginación !...

El Maestro sonrió y los dos callaron. Dentro el fuego se iba apagando, fuera el sol se había asomado en el horizonte e iluminaba las montañas y los valles cubiertos de nieve.

 

 

 

 

martes, 17 de noviembre de 2015

¿Jesús es Rey?


Solemnidad de Cristo Rey del Universo B

Evangelio según san Juan, 18, 33b - 37.
En aquel tiempo, dijo Pilatos a Jesús:
— ¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó:
— ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mi?
Pilatos replicó:
— ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
Jesús le contestó:
— Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilatos le dijo:
— Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
— Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

- ¿Maestro, Jesús es rey?
 
El Maestro calló. Le seguía disgustando aquella manera poco delicada de saludar del joven discípulo; indudablemente era de la vieja escuela y le hubiera alegrado que el discípulo empezara diciendo algo asó como: “buenos días, Maestro, ¿cómo estás? ¿cómo te ha ido la semana? ¿hay alguna novedad?”, pero no, entraba a bocajarro en el tema y ¡adelante!. Había hecho el propósito de no amonestar al joven por este comportamiento, pues conocía su sensibilidad y que sufría horrores por estas pequeñas cosas. Probablemente era él, el Maestro, quién esta equivocado, pues para el discípulo esa no era la primera acción de la mañana. Se había levantado muy pronto y corrido durante una hora para llegar al lugar donde vivía el ermitaño, y todo ese tiempo lo dedicaba a reflexionar sobre el evangelio del día, por lo que el encuentro con el Maestro era tan solo la continuidad de su reflexión personal.  
 
El discípulo estaba habituado a los largos silencios del Maestro, pero al final se atrevió a preguntar de nuevo:
 
- ¿Maestro, Jesús es rey?
 
- Buenos días, amigo mío…
 
- Buenos días, Maestro. …
 
- Hay que afirmar rotundamente que Jesús es Rey, sobre todo porque Él mismo lo afirma: “Tú lo dices: soy rey”, pero hay que matizar muy mucho esta afirmación y esta festividad.
 
Empecemos por la festividad. La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925, y, con perdón de todos y desde mi modesto punto de vista no fue un  gran acierto, porque la experiencia humana sobre los reyes y realezas no es del todo  positiva.   Tanto si acudimos a la historia como a experiencias recientes, resulta que  muchos reyes son déspotas, prepotentes, opresores, explotadores de sus súbditos, y todo esto sin entrar en valorar la moralidad de  otras muchas de sus conductas.  Además ¿qué saben de reyes poblaciones que no conocieron regímenes monárquicos en su historia o aquellas que los han eliminado, casi siempre de manera muy violenta, hace ya siglos?
 
Lo cierto es que la Iglesia expone y defiende valores eternos con un lenguaje temporal, o lo que es lo mismo, la verdad permanece mientras que el lenguaje cambia. ¡¿Cuántos dogmas proclamados por la Iglesia en su día, son hoy totalmente ininteligibles por la mayoría de los mortales?!
 
Sí, Cristo es Rey, pero como Él mismo afirma su “reino no es de este mundo”; es toda otra cosa. Él es el Señor, pero ejerce su señorío de una manera peculiar:
 
*en la obediencia al Padre: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22, 42), y Pablo lo escribe de una manera muy realista y te la cito entera porque la conoces muy bien, y además explica la auténtica realeza de Cristo: “Y así reconocido como hombre por su presencia, se humilló a si mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre” (Fl. 2, 7b . 11).
 
* en el servicio sacerdotal a los hombres: “yo soy el Buen Pastor, que conozco a mis ovejas, y ellas me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas” (Jn. 10, 14), y cercana ya la Pasión Jesús ora diciendo: “Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le ha dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que les has dado …” (Jn. 17, 1,ss).  Una cita más de las muchas que podríamos leer esta mañana: “… el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20, 28).
 
* dar testimonio de la verdad.  Es el mismo Jesús quién después de afirmar:”Tú lo dices: soy rey” añade para que nadie se lleve a engaño: “yo para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” . Permíteme un paréntesis,
 
- Sí, Maestro, te escucho.
 
- Pilatos, intrigado, preguntó: “¿Y qué es la verdad?” pero astuto, como era, se dio cuenta que no le interesaba escuchar la respuesta, por lo que se levantó y salió afuera, adonde estaban los judíos “. ¡Lástima que no haya quedado escuchando la respuesta pues toda la humanidad hubiera tenido a su alcance la definición más bella y precisa sobre la “Verdad”!.
 
Retomando el tema te diré que hay verdades, medias verdades, verdades relativas, pero una sola verdad absoluta: DIOS; y Jesús, siempre utilizando las verdades dio testimonio de la Verdad única y absoluta: DIOS, y además nos deja bien claro no solo que así obtendremos la plena libertad, sino que, además, nos indica el camino para alcanzarla: “si permanecéis en mí palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8, 31 – 32). Por si acaso tuviéramos la tentación de preguntar, como Tomás, “…¿cómo podemos saber el camino?” Jesús nos respondería: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. (Jn. 14, 5 y 6).
 
Desde esta perspectiva hermenéutica, podemos afirmar con todo entusiasmo, Jesús es Rey para gloria y alabanza de Dios Padre.